Como en la fábula de la liebre y la tortuga, la justicia puede tener las patas cortas y avanzar despacio; pero una vez decidida a llegar a un lugar, acaba llegando al mismo, por mucho que tarde y por largo que se haga el camino (a los demás).
En el caso de la investigación del espionaje
de los teléfonos móviles del psicópata de la Moncloa y de algunos miembros del
desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, los afectados
no es que hayan respondido con evasivas, es que han dado la callada por
respuesta. Lo que, en un país tan dado a la maledicencia como es España, hace
que la gente se pregunte qué demonios habría en esos móviles (y eso, aunque el
espionaje no hubiera coincidido en el tiempo con el volantazo en la cuestión
del Sáhara).
En realidad, son tan estúpidos que parecer
estar haciendo todo lo posible por molestar a Israel, país del que procede la
tecnología empleada en el espionaje y que, a buen seguro, si quisieran podrían
descorrer el velo que oculta este asunto.
Pero, mientras tanto, la Audiencia Nacional planifica con Francia investigar el espionaje con el programa Pegasus al teléfono
móvil del primer ninistro español gracias a información procedente de
Israel. Concretamente de la empresa creadora del programa espía.
Si cuando yo decía que no convenía hacer enfadar a los hebreos…
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