De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, suerte es, en una primera acepción, el encadenamiento de los sucesos, considerado como fortuito o casual, y en un segundo sentido la circunstancia de ser, por mera casualidad, favorable o adverso a alguien o algo lo que ocurre o sucede.
En cualquiera de los dos casos, sostengo que
la suerte no existe. En el primero, porque no existen las casualidades, sólo la
causalidad (seguro que si por ahí anda algún físico cuántico, me rebatirá).
Cosa distinta es que no seamos capaces de conocer todos los factores que
intervienen en la producción de un suceso, y que ese suceso, por esa razón, nos
parezca azaroso. Pero, como dice el viejo adagio castellano, las apariencias
engañan.
En la segunda acepción tampoco existe la suerte, al menos no lo que se llama buena suerte. En general, un resultado favorable suele ser consecuencia de un trabajo concienzudo, incluso duro; y si, a pesar de todo, no se logran los objetivos perseguidos, la razón será -parafraseando El exótico hotel Marigold- que el esfuerzo no ha sido el suficiente.
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