La base de la campaña política -en temporada electoral y fuera de ella- de la izmierda contra el gobierno regional madrileño, presidido por Isabel Díaz Ayuso, ha sido sostener que, básicamente, peor no se podía hacer.
Todo ello a pesar de que tomara
medidas antes, más rápidamente y de modo más eficaz que el desgobierno
socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer (no digamos ya que otras comunidades
autónomas), que hiciera propuestas que, tras ser tachadas de poco menos que
irracionales por el consejo de ninistros, eran finalmente adoptadas por
el mismo, o que construyera en tiempo récord un hospital especializado en pandemias
que fue considerado por el giliprogrerío como poco menos (o sin poco
menos) que un despilfarro.
Daba lo mismo: Isabel Díaz Ayuso
lo estaba haciendo fatal, y los madrileños morían como churros, caían como
chinches y, además, iban extendiendo la pandemia allá donde iban. Pues hasta
esta afirmación se les ha caído por tierra -no es que tuviera demasiadas
dudas-, porque las cifras cantan: los fallecimientos por Covid-19 han caído un setenta y cinco por ciento en Madrid desde Enero. Algunas personas verán en
ello casualidad; yo prefiero atribuirlo a la causalidad.
Por ello, y por mucho más…
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