Hay un viejo adagio latino que dice que excusatio non petita, accusatio manifesta. Una versión más de aquí, más castiza, más pegada a la tierra (y nunca mejor dicho) sería que el que se pica, ajos come.
Viene esta introducción al hecho
de que el presidente estadounidense, Joseph Biden, ha ordenado a los servicios
de inteligencia de su país que investiguen y le entreguen el informe sobre el
origen de la pandemia de la covid-19 en un plazo de noventa días, tras conocer
las últimas revelaciones periodísticas al respecto (menos mal que Trump era el
peligroso, y que con el anciano pedófilo todos íbamos a vivir en el mejor de
los mundos posibles, como con Boba.
Estas revelaciones apuntan al
hecho de que el virus que ha causado millones de muertes en todo el mundo -o
que es un invento, según el ambiguo bailarín panameño y quienes comparten su
opinión- podría haberse originado, como algunos sugieren o sospechaban, en un
laboratorio chino, del que habría salido de alguna manera (ya no entro si por
descuido o con mala intención).
Ante esta situación, el gobierno
comunista chino ha acusado de manipulación política a quienes han reavivado
esa teoría, y afirman estar sufriendo una campaña de difamación y culpabilización.
Si son inocentes, ¿por qué ponen tantas trabas a la investigación?
Por ello, y por mucho más…
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