Uno ya no sabe, la verdad, si los golpistas catalanes han sufrido un ataque de dignidad o, por el contrario, siguen adoleciendo de una soberbia que corre pareja con la del huido mamarracho alfalfa.
Hace tres días saltaba la noticia
de que uno de los golpistas, Jorge Cuixart, rechazaba la posibilidad de indulto
porque lo consideraba una humillación. Y, quizá en un desliz, manifestaba
que, de arrepentimiento, nada.
Y ayer mismo eran el resto de los
golpistas los que se ponían farrucos y anunciaban que no defenderían sus indultos ante el Tribunal Supremo. Algo lógico (sorprendentemente lógico,
tratándose de semejantes individuos), puesto que no han sido ellos los que han
presentado la solicitud de indulto.
No, si todavía vamos a tener que sacarles de la cárcel a la fuerza…
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