Una gran responsabilidad de las miríadas de muertos por la pandemia de la Covid-19 recaen en el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer.
Otra, no desdeñable, en el
relativamente reducido número de gilipollas (no hay otro modo de denominarlos)
que pululan por el país y que no respetan las más elementales medidas de
precaución. Como esos que, acabado el estado de alarma, se han lanzado a la calle a montar fiestas donde había mucho alcohol y pocas máscaras.
Sin embargo, cabría haber
arbitrado medidas -un año han tenido- previendo qué hacer una vez finalizara el
ilegal e ilegítimo estado de alarma. No deberían haberse ocultado las cifras
reales de muertos, las filas de ataúdes, las unidades de cuidados intensivos a
reventar -y se han ocultado conscientemente-, para que hasta el más estúpido,
el más escéptico, pudiera ver a qué nos estamos enfrentando. Pero, como he
dicho, no se ha hecho.
Por ello, y por mucho más…
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