La izquierda española ha repetido tantas veces que la segunda república fue una especie de oasis de paz y prosperidad que parece que han acabado creyéndoselo de verdad. O eso, o toman a la gente por más estúpida de lo que ya venían considerándola… que era bastante.
De un personaje tan acostumbrado
a las frases huecas no debería sorprendernos nada. Pero en eso, el psicópata de
la Moncloa es siempre capaz de superarse. Y hace casi un mes, en el octogésimo
aniversario de la ilegal e ilegítima proclamación de la segunda república
española, dijo en sede parlamentaria -esa sede donde sus predecesores
ideológicos no tuvieron el menor empacho en proferir amenazas de muerte contra
sus oponentes ideológicos- que aquel régimen constituye un vínculo luminoso con
nuestro pasado.
Parece que ha olvidado que sus socios ideológicos sólo conciben esa luminosidad cuando vomitan su consigna de arderéis como en el treinta y seis.
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