Cuando el mamarracho alfa dimitió de su puesto de vicepresidente del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer -en el que no hacía más que tocar los dídimos, los propios y los de sus compañeros del consejo de ninistros – para postularse a sí mismo como cabeza de lista de su (su de él) partido político a las elecciones regionales madrileñas, cundió el desconcierto entre la ciudadanía, que no se explicaba las razones de tal decisión.
Unos dijeron que porque se
aburría en el gabinete ninisterial. Otros, que se iba un minuto antes de
que le echaran. Otros más, que buscaba lograr que su partido superase el cinco
por ciento de los sufragios y obtuviera, así, representación en la asamblea
legislativa regional. Otros, finalmente, coligieron que podría estar buscando
una plataforma de poder -no deja de tener gracia que, siendo el líder de la
formación de izquierdas con peores perspectivas electorales, se postulara para liderar
el proyecto- desde la que enfrentarse a Sin vocales.
Pero hete aquí que todos estaban
-estábamos- equivocados. Isabel Serra, delincuente convicta y confesa, aunque
no arrepentida, fue la que reveló la verdadera razón, completamente
altruista, desinteresada y hasta podríamos decir que filantrópica, que
impulsó a Junior a postularse como candidato: el temor a que, habiendo
sido condenada, ella (cabeza de lista hasta entonces, según todos los indicios-
quedara inhabilitada.
Y es que, como señala la condenada, la justicia española es poco justa.
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