En teoría, las redes sociales iban a acabar con el sesgo en la transmisión de la información. Puesto que todo estaba al alcance de todos, cualquiera podría expresar su opinión. Se terminó el poder del gran capital, viva la democracia de la gente.
Craso error, naturalmente. Detrás
de las redes sociales, inicialmente, habría un grupo de frikis con talento para
la informática y para aquello que anda buscando la gente. Pero, al ser lo que
iba buscando la gente, eso da dinero. Se vuelven millonarios, acomodaticios y,
por tanto, giliprogres y políticamente correctos.
Y, para la corrección política,
la izquierda es buena, aunque sea criminal, asesina, ruinosa y dictatorial. Y la
derecha -o todo aquello que no sigue los postulados de la izquierda- es mala,
aunque sea legal, humanitaria, enriquecedora y democrática.
Por eso se censura a cualquiera que vaya contra el consenso retroprogre, aunque diga las del barquero, o simplemente cuente las cosas como fueron, y no como la historiografía izmierdosa sostiene que fueron o deben observarse.
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