Acabado el ilegal e ilegítimo estado de alarma semestral, y carentes de un plan general para el día después, la gente dio rienda suelta a la tensión contenida durante todos estos meses y salió a la calle de jarana.
Un muerto, cuatro agentes
heridos, miles de desalojos y un Madrid ejemplar en unas noches de botellones -León
y Pamplona registraron los incidentes más violentos en el segundo fin de semana
tras el fin del estado de alarma- fueron las consecuencias.
Naturalmente, cuando digo la
gente no me refiero a los cuarenta y siete millones de personas que viven
en España. Tampoco a los jóvenes, así en general. Me refiero a los irreflexivos
e irresponsables que decidieron montarse una buena juerga.
¿Y por qué? Quizá porque el desgobierno
socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer no ha legislado sobre el
tema, como era su deber. Quizá porque el consejo de ninistros ha
ocultado las verdaderas cifras de fallecidos por la pandemia, y hasta los
cadáveres. Quizá porque ha hecho dejación de sus funciones, atribuyéndose los
méritos, echando a otros las culpas y vendiendo humo y palabras vacías. Quizá por
una combinación de todo ello.
Por ello, y por mucho más…
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