Uno de los ejes de las campañas de Vox -y lo dice uno que no les vota- parece ser el de la defensa de lo español frente a lo extranjero. Una especie de España y los españoles primero, versión que sería del trumpiano lema de Hacer América grande de nuevo.
Es, por tanto, una estrategia
populista. Tan legítima, siendo de derechas, como puede serlo el populismo de
izquierdas… o así deberían razonar los populistas de izquierdas, si quisieran
que no se les atacara por sus estrategias. Pero no.
Porque si Vox presenta en un
cartel una comparativa entre la pensión que recibe un jubilado y el dinero que se destina a los menores inmigrantes (en muchos casos, ilegales, y en muchos
casos también, delincuentes contumaces) -no entro a valorar si está bien o mal
que se destinen fondos a ese segundo colectivo, aunque los que me conozcan
supongo que adivinarán mi parecer-, llega la izmierda en pleno -del
último perroflauta al desgobierno socialcomunista que tenemos la
desgracia de padecer, pasando por todos los que hay en medio- y los tacha de
repugnantes racistas y homófobos.
Que uno no sabe qué pinta ahí este último epíteto, salvedad hecha de ser esdrújulo. Como patético, estúpido, ridículo y unas cuantas cosas más que ahora no se me ocurren.
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