Cuando la noticia que voy a comentar se produjo, no era todavía público que el Chepas abandonaría la política.
Por eso, a tres semanas vista, la
cosa resulta premonitoria. Porque la primera noticia es que el ninistro
de Injusticia tuvo que retirar la proyectada reforma de la elección de los
miembros del consejo general del poder judicial tras exigírselo Bruselas. Añadió,
eso sí, que confiaba en un acuerdo tras las elecciones regionales
madrileñas del 4 de Mayo pasado.
Todos pensamos que se refería a
que, rebajada (siquiera momentáneamente) la tensión política, y lejanas (a
priori) las siguientes elecciones, nacionales, regionales o municipales, se
podría llegar a algún tipo de cambalache.
No sabíamos que tras las
elecciones madrileñas -aunque cabría suponerlo, porque Junior nunca ha
soportado ser segundo de nadie, y todos los pronósticos aventuraban que los neocom
se iban a pegar un tortazo de proporciones catedralicias-, el marqués de
Galapagar daría la espantá y se eliminaría, por tanto, la principal
excusa de los populares para poder llegar a un acuerdo.
Pero no debería ser así. La principal
dificultad para llegar a un acuerdo de renovación sobre las bases actuales
habría de ser, precisamente, la existencia de esas bases. Porque la voluntad
inamovible, inmutable, de los socialistas, desde un principio -Montesquieu
ha muerto- fue controlar el llamado órgano de gobierno de los jueces.
Y no sólo por cómo elegía a sus miembros, sino a quiénes elegía, porque ha
incluido allí a personas que juristas poco, y prestigio reconocido menos, pero comisarios
políticos a jornada completa.
Los jueces, pues, deberían elegir a quienes les gobiernen. Por ellos y de entre ellos.
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