martes, 25 de mayo de 2021

Reflexiones atemporales LII - Como antigua potencia colonial, somos un desastre

Podría decirse (con matices) que España abrió y cerró el proceso descolonizador. Si exceptuamos la independencia de los Estados Unidos y la de Haití, las colonias españolas en América -unas colonias un tanto extrañas, puesto que tenían representantes en las Cortes españolas, como las de Cádiz que elaboraron nuestro primer texto constitucional- fueron las primeras naciones en acceder a la independencia.

Del mismo modo, prácticamente todo el continente africano se había emancipado de las metrópolis europeas cuando los territorios bajo bandera española dejaron de estarlo: Guinea Ecuatorial se independizó en 1.968, y el abandonamos el Sáhara Occidental en 1.976. Y digo abandonamos porque, ante la llamada marcha verde organizada por el moro gurrumino, el ejército español… dio media vuelta y siguió avanzando.

De nuevo, eran unos territorios un tanto extraños. Cuando se independizaron los territorios del Nuevo Mundo, la división de España en provincias todavía no se había producido; pero tanto Guinea como el Sáhara eran provincias -de hecho, sólo el Sáhara aumentaba el territorio español actual en un cincuenta por ciento, cosa de la que me he enterado preparando esta entrada-, así que, de hecho, a lo que renunciamos fue a una parte del territorio patrio.

Y la morisma -léase, el comendador de los creyentes o su orondo hijo- aprendió la lección: ante un país de acomplejados, basta con dejar a un lado los escrúpulos y avanzar con decisión, que los giliprogres recularán (a lo de ponerlo en pompa todavía no se ha llegado, pero todo se andará). Y así vez tras vez: cada vez que quiere algo, arroja a sus turbas contra las ciudades españolas en el Norte de África, o envía embarcaciones y más embarcaciones hacia Canarias. Y como España no ha pegado un puñetazo sobre la mesa, salvo una vez -y bien que reculó el sátrapa alauita-, Marruecos ha venido consiguiendo lo que quería. Como, además, es el autócrata útil frente al fundamentalismo, tiene el apoyo del Imperio.

Y así, cuando el sátrapa magrebí lanza una avalancha de africanos contra Ceuta -porque abrir las puertas de la valla fronteriza es como llamar goteo a abrir las compuertas de un embalse-, se habla de caos migratorio y de indiferencia de Marruecos. Pero nada de indiferencia, es algo querido y provocado por nuestros vecinos del Sur, que no entienden otra respuesta que la mano dura. Porque, de lo contrario, tendrás a miles de personas - la población aumentada en un diez por ciento, así, de repente- por la calle, sin mascarillas y con robos, y a los españoles de Ceuta metidos en sus casas y muertos de miedo.

Mientras, el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer está, as usual, como pollo sin cabeza. El ninistro Pekeño y la inútil de Exteriores se dedican a contradecirse; Madgadita, lo único decente del gabinete -¡cómo será lo demás! (exclamación puramente retórica, por supuesto)- se empeña en contradecir a los hechos y afirma que no vamos a aceptar el más mínimo chantaje y que con España no se juega; el psicópata de la Moncloa viaja a Ceuta para restablecer el orden (sí, sí, tal como lo lees) y lo que consigue es que, además de patearle el coche oficial, le llamen de todo menos bonito (los hay que no aprenden); y como España no acepta chantajes, le suelta treinta millones a Marruecos para que controle su frontera.

Y más. Es el líder de la oposición el que se tiene que poner en contacto con el primer ministro -cuando en cualquier país medianamente normal las cosas ocurrirían al revés-, y éste acusa a aquél de utilizar la crisis con Marruecos para intentar derribarle (dejando aparte que se está cayendo solo, parece haber olvidado el Prestige o los atentados del 11 de Marzo, por no hablar la sentencia sectaria sectariamente interpretada en que se apoyó para llegar a la Moncloa), algo que, por otra parte, resulta perfectamente legítimo.

Seguimos. La embajadora marroquí habla claro tras ser llamada a consultas y dice que hay actos que tienen consecuencias; el desgobierno mantiene ocultas las cifras del despliegue militar (esto último, lo único sensato, pues no conviene dar pistas al enemigo); y desde Moncloa no dejan que Zarzuela intervenga -no vaya a ser que lo solucione- , ya que, aunque la Casa Real se ofreció a actuar, no le dejan porque no es su papel resolver una cuestión política (o migratoria, o humanitaria, o de otro tipo, según a quién preguntes).

Y todo esto -todavía no lo había dicho- por meter de tapadillo en España al jefe del Polisario, una joyita con una hoja de servicios (de atentados a violaciones, pasando por torturas) que hace que Arnaldo Otegi (por ejemplo) parezca, en comparación, una ursulina.

O casi.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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