Que, a pesar de lo que sostienen los suciolistos, las elecciones regionales madrileñas han tenido consecuencias más allá de la comunidad autónoma en la que se celebraron es algo que cualquiera puede apreciar, salvo los que padecen de ceguera voluntaria.
En primer lugar, porque ya ha
producido -veremos si es cierto y para siempre- la salida de la política de una
de las excrecencias más purulentas y repugnantes de las surgidas en los últimos
tiempos (a los terroristas y golpistas no hay manera de quitárselos ni con agua
caliente).
Pero también porque han dado a jotapercatos
e ierreceos otro motivo para discrepar (como si no tuvieran ya suficientes).
Los primeros auguran un endurecimiento de las posiciones del desgobierno socialcomunista
que tenemos la desgracia de padecer, mientras que los segundos prevén todo lo
contrario.
En un mundo normal, estaría de
acuerdo con la banda de Cocomocho. Es evidente que la radicalización del
sanchismo, además de sus nada recomendables compañeros de mesa (no me
refiero sólo a los de la del consejo de ninistros, sino al conglomerado
que apoya el gobierno Frankenstein), han hecho que los votantes moderados -los
de centro, el caladero donde según los que entienden se pescan los votos que
hacen ganar elecciones- se lo piensen bastante antes de votar a los de la mano
y el capullo. La moderación ideológica -lo que llevaría, precisamente, a una
mayor firmeza (o a una firmeza, a secas) frente a los enemigos internos de la
Patria- sería la consecuencia lógica.
Pero el sectarismo del psicópata,
unido a su soberbia, le impedirán reconocer que se ha equivocado y variar su
curso. Probablemente, por lo tanto, seguirá pasteleando con golpistas,
terroristas y demás chusma antiespañola, con tal de detentar un instante más el
poder.
Claro, que con éste nunca se sabe…
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