En estos momentos me estoy leyendo La historia de ‘El Hobbit’, un trabajo realizado por John D. Rateliff sobre (oh sorpresa, oh maravilla) la evolución de El Hobbit desde la celebérrima frase inicial hasta su versión publicada definitiva.
Porque (no quiero hablar
demasiado del tema, para no quedarme sin materia cuando escriba la entrada
reseña del libro) siempre había tenido la idea de que, al ser una historia que
contaba a sus hijos, la trama había surgido, por así decirlo, en su forma
definitiva. Aunque, conociendo al viejo profesor, no me sorprende que
nada más lejos de la realidad.
A la que vamos. Una de las
cuestiones que se plantea a lo largo de la evolución de la trama era si la
Piedra del Arca de Thráin podría ser un Silmaril; bien uno de los tres que
aparecen en el legendarium (y, en tal caso, cuál), bien un cuarto no mencionado (alerta spoiler: al
final, no lo es).
Al hilo de esto, y puesto que también se discute si el innominado rey elfo podría ser Thingol (alerta spoiler: de nuevo, no), me dio por pensar que, si -al haber sido los Silmarili consagrados por Varda- ninguna carne mortal, ni manos maculadas, ni nada maligno podría tocarlos sin quemarse y marchitarse, ¿cómo es que no quemaron la de los enanos que lo engarzaron en el Nauglamír?
Y si no al realizar sus trabajos
de orfebrería -puesto que entonces no habían cometido los delitos (robo
y asesinato) que los mancharían-, sí en el viaje de vuelta desde
Menegroth hasta su morada (que no recuerdo si mencionan en El Silmarillion).
Lo único que se me ocurre es que sostuvieran el conjunto por la cadena, o bien
que lo llevaran en algún tipo de recipiente que les permitiera no tocarlo.
Lo sé, lo sé, leo demasiado…
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