Hace cosa de veinte años, cuando el regionalismo de derechas lo era todo en la política catalana, el eterno aspirante socialista a la presidencia del consejo regional de gobierno -acabaría por conseguirlo-, Pascual Maragall, dijo en voz alta, durante una sesión de la asamblea legislativa regional, lo que era un secreto a voces en la región: que la fuerza política dominante había establecido una comisión pagadera bajo mano a la Administración regional (es decir, al partido; ¿Cómo que qué partido? Pues el partido, claro), una mordida. Incluso le puso cifra, el tres por ciento.
A raíz de aquello, cuando todavía
no escribía regularmente en el blog, sino que enviaba una presentación de PowerPoint
cada Viernes, hice una de las que más satisfecho quedé, escrito en un francés fonético.
Lo gracioso es que el ahora enfermo
político hablaba como si su formación fuera inocente, cándida en el sentido
etimológico del término, pura y limpia como debe serlo la mujer de Cesar.
En realidad, si hay un partido
que ha robado a manos llenas en la historia de España es el de la mano y el
capullo, la formación fundada por Paulino Iglesias. Por eso, que ahora haya
salido a la luz que la franquicia valenciana impuso una condición de
adjudicación del cinco por ciento no constituye, para mí, ninguna sorpresa.
Es, simplemente, más de lo mismo.
Más de lo de siempre.
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