A finales de los ochenta y principios de los noventa parecía que empresas japonesas iban a quedarse con todas las empresas estadounidenses. Pero el problema no estaba en la tierra del sol naciente, sino en el hogar de los valientes.
Y es que, como dijo (creo
recordar) Akio Morita, a la sazón presidente de Sony -como cita Michael Crichton en su novela Sol naciente-, si no quieren que lo compremos,
no lo pongan a la venta.
Por eso, la noticia de que el desgobierno
socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer podría imitar a Canadá y
prohibir la compra de vivienda a extranjeros, y que Baleares ya estudia hacer
algo similar, vetando también las compras de españoles que no residan en las
islas, muestra que debajo de un izquierdista hay siempre, a poco que rasques,
un totalitario, y en la mayoría de los casos un xenófobo.
Un estúpido también (puesto que crea inseguridad jurídica), pero para eso no hay que rascar: salta a la vista.
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