A pesar de todas sus proclamas, el hecho es que (sea porque las circunstancias hacen que siempre gobiernen en época de crisis, sea por su inepcia congénita, sea por la convergencia de ambos factores), cuando la izquierda ha detentado el poder en España, las magnitudes económicas en general y las de empleo en particular han sido malas.
Quizá al inicio de cada etapa, y
como inercia de la anterior -en la que gobernaba la derecha, que parece tener
un poco más claro cómo hacer las cosas para obtener resultados favorables-,
podría parecer que las cosas marchaban bien. Pero basta poco tiempo, en general
no más de un año o dos, para que las cosas empiecen a ir mal… y, desde ahí, empeore.
Y eso ha pasado con Egolanda.
Hace cosa de un año se aprobaba su reforma laboral; más bien una
contrarreforma, puesto que lo que buscaba era deshacer la reforma realizada por
el Partido Popular. Durante los primeros meses, las cifras de empleo fueron
creciendo, y eso les permitió atribuirse el mérito y atribuírselo a la nueva
legislación.
Pero, como digo, la inercia se
agotó, y el hecho es que las previsiones económicas para el año que acaba de
comenzar son que el paro subirá, que la creación de empleo se reducirá en un noventa y dos por ciento y que España va a necesitar más de tres años para
recuperar el Producto Interior Bruto previo a la pandemia de la COVID-19.
No por nada la llamo ninistra del paro.
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