La izquierda mundial se ha autoerigido en defensora de unas causas y unos grupos que, en cuanto tienen la ocasión de alzar la voz, solicitan, casi por favor, que no les defiendan.
Con el paso del tiempo, la
izquierda, sobre todo la española, se ha vuelto cada vez más ignorante y, por
eso mismo (ya lo decía el viejo adagio latino), cada vez más osada. Y cada vez
defienden más cosas, y cada vez encuentran más rechazo.
Así, cuando el feminismo ha
devenido en hembrismo -lo que algunos llamamos feminazismo, esto es, el
machismo a la viceversa-, encuentra rechazo por parte de las feministas tradicionales
-que reprochan a la ninistra de Lomismodá que dedique los fondos que en
teoría tienen como objeto luchar contra la (llamada) violencia de género a
organizar catas de chocolate o a pintar bancos de colorines-, e incluso entre
las actrices porno, una de las cuales se ha querellado contra el departamento
de la marquesa de Villa Tinaja por patrocinar una exposición en la que
se la acusa de estar a favor de la pedofilia y la violación.
Y es que algunos se creen que
siguen en el bar de la facultad de Políticas, donde se pueden soltar las
mayores barbaridades sin más consecuencias.
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