Como casi siempre, los giliprogres -porque estoy seguro que el término viene de ahí- se expresan incorrectamente, y llaman energías renovables a lo que en puridad debería denominarse inagotables. Bueno, sí, puede que alguna vez se apague el sol, se sequen los ríos, se detengan los mares o desaparezca el viento, pero para entonces estaremos todos más muertos que la mojama así que, en la práctica, son inagotables. Más que el hombre, en todo caso.
Lo malo
es que esas fuentes de energía, hoy por hoy, no son rentables; y, aunque lo
fueran, tampoco son tan eficientes como para poder depender exclusiva, o
siquiera mayoritariamente, de ellas.
Eso no
frenó a los de la mano y el capullo, que en el infausto rodrigato comprometieron al
país se comprometió a retribuir generosamente a quienes financiasen el
desarrollo de nuevas plantas de producción eólica y solar. Como una cosa es
predicar y otra dar trigo, y el hombre propone pero Dios dispone, llegó la
crisis de hace década y media y hubo que pensar en retirar los estímulos.
El
problema es que, a la hora de retirar las primas a las renovables, el ejecutivo
español -renuncio a investigar de qué color era, porque rojo o azul era para
darle de bofetadas hasta que se cayera la manonuestro país exigió que estos
pagos se devolviesen también de forma retroactiva, vulnerando un principio
básico de cualquier sistema judicial garantista.
Y claro,
los inversores recurrieron. Y claro, los inversores ganaron. Y claro, el
desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, en lugar de
acatar los fallos y pagar, ha convertido a España en el país que más incumple
este tipo de resoluciones, sólo por detrás de Venezuela y Rusia.
Para acabar
de redondear la cosa, el gobierno ha puesto en marcha el protocolo para la
salida del Tratado de la Energía, una carta internacional suscrita por la
abrumadora mayoría de las economías desarrolladas, obligadas en virtud del
mismo a ofrecer seguridad jurídica a quienes invierten en el sector.
Lo malo no es que, haciendo tal cosa, queden como el culo. Lo malo es que quien queda como el culo es España, además de que puede llegar a producirse la confiscación de activos del Reino de España en el extranjero.
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