Iba a empezar esta entrada diciendo que en otros tiempos, la representación de los regionalistas catalanes y vascos tenía un cierto nivel, desolado como estoy por la ramplonería de la actual. Pero luego he caído en que, salvo quizá Miguel Roca-que estaba en Madrid, evidentemente, porque Jorgito Polluelo no lo quería en Cataluña-, la cosa nunca ha sido como para tirar cohetes.
Lo malo es que a sus escasas
cataduras moral e intelectual, ahora añaden la chulería, sin tener nada de lo
que ufanarse salvo de que le son más necesarios que nunca a la minoría parlamentaria
gobernante para seguir en la poltrona.
Y no se cortan en decirlo, como hizo
hace casi dos semanas el charnego de apellido descriptivo al dar al psicópata de
La Moncloa la bienvenida a la guerra judicial y amenazar con involucrarse en el cambio del poder judicial.
Y ya sabemos cómo le gusta a esta gente, vista la sediciosa constitución catalana que pergeñaron: sumiso, cuando no directamente embridado.
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