Como he dicho muchas veces, y otras tantas que lo diré, la coincidencia entre un político español de izquierdas y la verdad no se produce más que por error. Y aun así, en general el componente de caradura es de tal calibre que casi sería preferible que siguieran mintiendo.
Tomemos, por ejemplo, el caso del
psicópata de La Moncloa. Cuando dijo que no dormiría tranquilo teniendo a los neocom
en el consejo de ministros, una formación que defendía el sedicente y sedicioso
derecho a decidir de los catalanes, decía la verdad, pero sólo en cierto
modo: una persona normal sería incapaz de conciliar el sueño siquiera un
instante en tales circunstancias. Naturalmente, Sin vocales no es una persona
normal y, al carecer de escrúpulo alguno, plancha la oreja sin problemas.
Por eso, cuando la ninistra de
Injusticia española defendió en Bruselas, sin que se le moviera un músculo de
la cara, que el Tribunal Constitucional español es un tribunal político, estaba
diciendo la verdad, pero sólo en cierto modo.
Porque es un tribunal político después del asalto -la violación, podríamos decir- perpetrada por el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer. Es político porque lo han politizado.
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