Hace mucho, mucho tiempo -va para treinta y cinco años, ya-, en el examen de Derecho Político II para optar a matrícula de honor, hice un diagnóstico -tampoco había que ser especialmente brillante, lo había leído cienes y cienes de veces, y eso que por entonces no estaba tan interesado por la política como ahora- que ha demostrado ser exacto una y otra y otra vez.
Ese diagnóstico era -no lo
planteé con esas mismas palabras, pero la idea base es la misma- que, dado que
la derecha española sólo podrá gobernar si consigue mayoría absoluta -puesto
que, en caso contrario, se formará una alianza de perdedores para
apartarles del poder-, interesa -puesto que los escaños se asignan a través de
la Ley D’Hont- que el voto esté lo más concentrado posible. O, dicho de otra
manera, que cuantos menos formaciones concurran en la derecha -lo ideal sería
sólo una- y más en la izquierda y los secesionistas -lo ideal, de nuevo, sería
que concurrieran muchas y muy parejas-, mejor.
Por eso, la noticia de que los upeeneos con principios -esos que en una votación parlamentaria plantaron al desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, a pesar de las instrucciones (léase: órdenes) llegadas desde Pamplona- negociaban su integración en el PP navarro de cara a los comicios de Mayo era la mejor de las posibles. Y más ahora, que todos conspiran contra el viejo reino para integrarlo en Vascongadas.
A propósito, obtuve la matrícula de honor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario