Los
giliprogres tienen la costumbre de extrapolar de lo particular a lo
general, ya sea una crítica, un insulto o un crimen. Sólo cuando les conviene,
claro, porque si (por ejemplo), alguien dijera, tras haber sido asaltado por un
gitano, que todos los gitanos son unos delincuentes, ese alguien sería
inmediatamente tachado (y con razón) de estar haciendo una generalización
racista.
A
lo que vamos. Los políticos tienen tanto miedo a los adalides de lo
políticamente correcto -que no por chillar más, y lo hacen, tienen más razón…
suponiendo que tengan alguna- que les siguen el juego. Cuando George Sidney
murió tras pasar más de ocho minutos con un policía presionando con su pierna
el cuello del futuro finado, las turbas cargaron (verbalmente) contra las
fuerzas del orden, declarando que la policía estadounidense, así en bloque, era
racista.
Y
como el maricomplejinismo parece ser tan pandemia como la Covid-19, el alcalde
de Nueva York -el demócrata (he tenido que mirarlo en Wikipedia) Bill de Blasio-
anunció su intención de recortar en mil millones de dólares (un sexto del
total) el presupuesto de la policía de su ciudad, tras las protestas del movimiento
Black Lives Matter.
Los
delincuentes, encantados, seguro…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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