martes, 7 de julio de 2020

Reflexiones atemporales (VI): El Rasputín de La Moncloa

Hace tres semanas mencioné a este sujeto. Pensé en escribir lo que ahora sigue (no literalmente, claro, la cosa no estaba absolutamente articulada) a continuación de la noticia general, pero casi enseguida -de hecho, no llegué a escribir una línea en aquella fecha y aquella entrada; sí en esta, aunque en aquella fecha- me di cuenta de que podía ser buen material para una entrada de esta serie. Y en esas estamos.
No recuerdo si el calificar a Iván Redondo como el Rasputín de la Moncloa surgió de mis meninges o, por el contrario -y más probablemente, por lo que luego se verá-, lo leí en alguna parte. En cualquier caso, estimo que es una de esas personas a las que tanto el vulgo como ellas mismas atribuyen una valía e inteligencia muy por encima de las reales. Una especie de Rubalcaba con pelo y sin barba, por así decirlo.
Aunque hay una diferencia de matiz, que considero importante. El Hijo de P, con sus defectos -que los tenía, y muchos- era lo que podríamos llamar un hombre de partido, incluso (a pesar de lo devaluada que está la expresión) de estado. Iván Redondo, por el contrario, es en realidad un mercenario sin escrúpulos, un sujeto que se vende a quien más le ofrece. Una especie de Beltran Du Guesclin redivivo, que ni quita ni pone rey, pero sirve a quien le paga.
Y para esto ha encontrado la contraparte ideal, un individuo tan falto de escrúpulos como él y al que lo único que importa parece ser figurar. Para mí, la gran incógnita es si Redondo se conformará con acaparar poder e influencia, siendo la eminencia gris de alguien que dé la cara, al modo del cardenal Richelieu en la mayoría de las versiones de Los tres mosqueteros, o si, al modo de aquella en la que es interpretado por Tim Curry, no aspirará a ser califa en lugar del califa.
Sólo el tiempo lo dirá.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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