En
España, la Justicia no siempre es un cachondeo. Desgraciadamente, tampoco
podemos decir que nunca lo sea. Podemos concluir que, aunque es manifiestamente
mejorable, quedan resquicios para la esperanza.
Tan
lírico párrafo introductorio es mi reacción a la noticia de que el Tribunal Supremo haya denegado la aplicación a Carmen Forcadell, una de los condenados
por el golpe de Estado, del artículo 100.2 del Reglamento de Régimen
Penitenciario. Del tercer grado, en suma.
Y
lo hace porque no existe ninguna conexión entre el programa de tratamiento
aprobado, consistente en tareas de voluntariado y acompañamiento a familiar
fuera de la cárcel, y el proceso de reinserción de la penada relacionado con el
delito cometido, lo que hace injustificable ese régimen de semilibertad
de facto del que disfrutaría antes de haber cumplido ni una cuarta parte de la
condena.
Dado
que semejante criterio también sería aplicable al resto de los golpistas, que
podrían volver a dar con sus huesos en la cárcel -catalana, pero cárcel al fin
y al cabo- a tiempo completo, no es de extrañar que Chistorra, en ese
estilo pomposo de los catanazis, que generalmente provoca que uno no
sepa qué carajo quieren decir, haya llamado a dar un salto colectivo conjunto de todo el independentismo.
Están
al borde del precipicio y quieren dar un salto. Pues que salten…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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