Caído
el muro de Berlín -es decir, desaparecido el comunismo soviético como faro
ideológico de la izquierda mundial-, los progres del mundo se quedaron tan
desorientados que parecen prestos a seguir cualquier consigna que se les lance,
por más que sus referentes históricos supongan la antítesis de aquello que los
pijiprogres proclaman.
Así,
un progre estará en contra de la homofobia y vestirá orgulloso una camiseta con
la efigie de Ernesto Guevara… aunque el sociópata argentino abominara de los
homosexuales (me pregunto si por algún trauma personal o por ocultar su propia
realidad… y esto se me acaba de ocurrir según escribo). Estará a favor de la
igualdad entre sexos, aunque se puedan contar con los dedos de una mano (y
sobran dedos, y hasta manos) las mujeres que han sido algo en los regímenes socialistas
(léase, dictaduras de izquierdas), de la URSS a China pasando por Cuba, Vietnam
o Nicaragua… salvo cuando, como en el caso del Chepas y su
calientacamas, mediaba la coyunda. Y estará en contra del racismo, aunque los
regímenes comunistas, de la URSS a China, hayan cometido y cometan etnocidios a
mansalva.
Esto
les llevará a sandeces tales como atacar a los famosos conguitos, el
dulce español que consiste en un cacahuete (legumbre, y no fruto seco, cosa que
no todos saben) recubierto de chocolate, so capa de un pretendido antirracismo.
Menos mal que hay más gente con criterio (o más golosos), ya que miles de
usuarios se rebelaron contra la campaña que exigía la retirada de la imagen y
el nombre de los Conguitos.
Hasta
la empresa fabricante se vio obligada a señalar lo obvio: que los conguitos
son cacahuetes, y no personas.
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