Desde
que el 14 de Marzo se decretara el estado de alarma, casi todos los que han
criticado al desgobierno socialcomunista -me refiero a nivel particular, no de
formaciones políticas o figuras públicas- son lo que podríamos llamar de
derechas, y casi todos los que le defienden, o al menos consideran que no
se le debe criticar, son de izquierdas.
Sin
embargo, hay gente que conozco que no son precisamente de izquierdas -o, por
decirlo de otra manera, que nunca votarían al dúo Picapiedra, aunque
hayan votado comunista (por más que lo nieguen con vehemencia, diciendo que la
ex jueza filoterrorista y defraudadora fiscal no era comunista, cuando no ha
sido otra cosa en su vida) alguna vez- que han interiorizado las consignas del
desgobierno, y sostienen que, o bien no es momento de criticarles (¿cuántos
muertos harán falta para que sea el momento?), o bien que un gobierno de
derechas no lo habría hecho mejor.
Pasando
por alto que hacerlo peor es difícil, queda la cuestión de por qué esas
personas -personas que conozco, personas que aprecio, personas de cuya
inteligencia no dudo- mantienen esa postura. Y sólo se me ocurre una razón. Esa
razón no es el lavado de cerebro, el maricomplejinismo o la abducción ideológica.
Es algo mucho más simple: miedo. Miedo de que aquello de lo que se acusa a
Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y toda su caterva de malnacidos e inútiles (negligencia,
sectarismo, psicopatía) sea cierto.
Pues
despertad, muchachos: lo es.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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