jueves, 9 de julio de 2020

Al final, la mierda se hunde

Ciudadanos nació en Cataluña como una reacción contra la desaparición fáctica (¿o factual?) de los partidos constitucionalistas en la región: los socialistas, por su coqueteo -por no decir deriva- con las tesis nacionalistas; los populares, por esa mezcla entre el acomplejamiento y la marginación tras el pacto del Tinell.
Lo que vino después fue un éxito a todas luces inesperado. No tanto por el hecho en sí -ante la radicalización de los de la mano y el capullo, parecía haber un clamor popular por la aparición de una fuerza de izquierda moderada, fracasada la iniciativa (puede que por excesivamente personalista) de UPyD- como por la magnitud del mismo: de aspirar (o parecer que aspiraba) a ser un partido bisagra a rozar con los dedos el ser una alternativa de poder.
Y como dice el refrán, cuanto más alto subes más dura es la caída. Y la del partido pomelo ha sido tal que podríamos decir que prácticamente se ha espachurrado. Y tras la espantá de su telegénico líder inicial, el partido parece estar buscando su lugar en el sol, su raison d’être. No pueden aliarse siempre con el PP para que -¡ay, el maricomplejinismo de la derecha!- no les incluyan en el trifachito, la ultraderecha o la derechona (sin darse cuenta que tales epítetos, según de dónde vengan, hay veces en que no son denuestos e improperios sino, muy al contrario, piropos, elogios y cumplidos, indicativos de que algo se está haciendo bien); pero, por otra parte, no pueden ayudar a un gobierno socialcomunista con una, más que peligrosa, letal, deriva totalitaria, al que además apoyan golpistas, terroristas y demás patulea antiespañola.
Y en esas están, pegando bandazos como si tuvieran el baile de san Vito: tan pronto apoyan en el Congreso las medidas de Sin Vocales como sostienen (de momento) el consejo de gobierno de la Comunidad de Madrid… mientras traicionan en Murcia el acuerdo de gobierno municipal con el PP y negocian con suciolistos y neocom los presupuestos de la capital de la región.
Estos no saben que Roma no paga traidores… y que la palabra de cualquiera que tenga que ver con el dúo Picapiedra vale menos que el papel en que pueda estar escrita.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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