Con
la muerte de George Floyd, los giliprogres de todo el mundo, pero especialmente
los americanos (léase, estadounidenses), arremetieron contra aquellas figuras
del pasado que consideraban reprobables, especialmente por su racismo. Lo curioso
(es un decir…) es que su ira se dirigió sobre todo contra personajes del pasado
hispano de su país, mucho más prolongado, mucho más tolerante y mucho más
fecundo que el anglosajón.
A
este lado del Atlántico tenemos también nuestra propia cosecha de estúpidos. Entre
los más significados se encuentra la Bruja Piruja, quizá molesta porque,
con todo este lío del Covid-19, nadie le hace ya ni refitolero caso, aunque
aparezca tendida en el lecho con postura relajada. Será por ello que se ha
descolgado con una propuesta, cuando menos, singular: mantener la estatua dedicada a Cristóbal Colón en Barcelona, pero con un montaje crítico
alrededor.
Y
yo me pregunto: dado que, para los secesionistas catalanes, Colón era, además
de padre de Erasmo de Rotterdam, miembro de la familia real catalana (sic),
¿habrá hablado la alcaldesa con ellos? Porque es bien sabido que los catalanes
son una raza superior (es de suponer que su familia real, más todavía),
por lo que será difícil encontrar algo que criticarle.
Quizá,
el haberse ido a servir a la Corona de Castilla…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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