Con
motivo de la muerte de George Floyd por culpa de un policía (no lo llamo asesinato
a propósito, porque no conozco todos los detalles del caso), se desató por todo
Estados Unidos (o casi), primero, y por el resto de Occidente (incluso aquellos
que se consideran más antiestadounidenses) después una ola de indignación
en la que, a poco que se escarbe, se pueden apreciar, si eres algo malpensado
(servidor lo es), detalles inquietantes.
Porque
es muy propio de la izmierda el, partiendo de casos particulares, atacar
a toda la categoría: si un varón maltrata, los varones (todos, por el hecho de
serlo) son maltratadores; si un varón viola, los varones (todos, por el hecho
de serlo), son violadores; y si un policía es culpable de la muerte de un
negro, los policías (todos, por el hecho de serlo) son racistas y asesinos.
Obvian
que la mayoría de los varones no maltrata ni viola; que la mayoría de los
policías no, por decirlo pronto y mal, va por ahí matando negros; que la
mayoría de las muertes violentas de negros estadounidenses están causadas… por
negros estadounidenses. Pero todo es bueno si puede aprovecharse para la demolición
de la civilización occidental (no quito ni una coma de lo dicho): abajo con las
estatuas, aunque sean de Colón, de Lincoln o de Churchill. Y los políticos, por
miedo, por complejo o por estupidez, darán la razón a esos antifa que
lo que hacen es generar violencia, robos, desmanes y destrozos… y que
desconocen que el fascismo -nunca me cansaré de repetirlo, nunca se dirá lo
suficiente- es de izquierdas.
Y
luego va HBO y retira una obra maestra del cine como Lo que el viento se
llevó por racista, cuando lo único que hace es reflejar una época concreta
en la que las cosas, para bien o para mal, eran como eran. ¿Qué será lo
próximo? ¿Prohibir el Nuevo Testamento, por antisemita?
Ah,
no, espera, que Israel es el coco para los giliprogres internacionales…
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