Como
ya he dicho varias veces, lo único que mantiene unidos a los enemigos de España
es, precisamente, su odio a España. Si España desapareciera, se destrozarían
entre ellos.
Me
estoy refiriendo, naturalmente, a los enemigos internos: izquierdistas,
sabinianos, terroristas, ierreceos y gente de esa calaña están prestos a
destrozarse entre sí. En el caso de los catalanes, además, la cosa es peor,
porque a eso unen la soberbia de los líderes y los proyectos. Me explico.
En
Vascongadas, el PNV ha tenido la suerte de mantener siempre la primacía en la
orilla nacionalista. Se les fue Garaicoechea a fundar Solidaridad Vasca
(reconozco que hasta el momento de ponerme a escribir esta entrada nunca me
preocupé de saber qué significaba en español el nombre en vascuence del
partido), pero consiguieron minimizar el golpe. En cuanto a los asesinos de
ultraizquierda, siempre los vieron como una herramienta útil (los que sacuden
el árbol) para obtener réditos (nueces) frente a los sucesivos
gobiernos españoles. Incluso cuando no fueron la fuerza más votada, en los años
ochenta, lograron retener la presidencia del consejo de gobierno regional. Únicamente
el auge incremental de las sucesivas formaciones políticas etarras -es lo que
pasa cuando alimentas a las hienas (y que me disculpen esos mamíferos tan injustamente
vilipendiados), que tienden a crecer- ha amenazado su poder. De hecho, los neocom
plantean un tripartito vasco con socialistas y terroristas para desbancarles
del poder, si salen los números tras las próximas (tanto en el sentido de siguientes
como en el de cercanas) elecciones regionales.
Pero
esta serie de entradas va de Cataluña, y apenas he tocado el tema. Resulta que
hace poco -apenas una semana- tuve noticia de que había surgido una nueva
formación independentista en la región, el PNC: Partido Nacionalista Catalán, que
es como decir todo y no decir nada, puesto que todos allí son nacionalistas o
acomplejados. Se proclama soberanista (¡cómo no!), pero no unilateralista, y
apoyan la vía escocesa (que vendría a ser como la quebequesa: referéndum
pactado tras referéndum pactado hasta que consigan lo que quieren, momento en
el cual se acabarían los referéndums).
Algo
que no ha sentado nada bien a Chistorra, que ha afeado al neonato su
proclamación de la lealtad a España. Dónde se ha visto, proclamar la lealtad
precisamente a quién te paga el sueldo…
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