Izquierdistas
españoles y secesionistas periféricos comparten muchos rasgos de carácter y de
comportamiento. Entre ellos se encuentra el de coincidir con la verdad sólo por
error, equivocación, descuido o interés (y esto último, las menos de las
veces). También está el de decir las mayores tonterías sin que se les mueva una
ceja, con voz a menudo campanuda y como si estuvieran explicando los misterios
de Fátima.
Una
conjunción de estas dos circunstancias se produjo a comienzos de mes, con unas
declaraciones del calvo melifluo. Como buen catalino secesionista, se
siente el ombligo del mundo, y comparó el gesto de arrodillarse sobre una pierna como muestra de lucha contra el racismo con el portar lazos amarillos
como apoyo a los políticos presos (por golpistas, añado yo).
Para
el entrenador más sobrevalorado de la historia del mundo mundial -con permiso,
quizá, del Marqués del Parque-, ambos son gestos políticos… y hasta ahí estoy
de acuerdo.
A
partir de ahí, el calvorotas empezó a desbarrar: que si las dos causas son
humanitarias (resulta que ninguna de los dos lo es: según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, humanitario es lo que mira o se refiere
al bien del género humano; los arrodillados miran por los negros, los
golpistas por ellos mismos), que si los presos están presos por pedir a la
gente que vote…
Así
que, por una vez, acertó. Poco, pero acertó.
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