sábado, 11 de julio de 2020

Que la encierren y tiren la llave

Cuando alguien siente de verdad unos principios, no renuncia a ellos, ni los cambia, ni transige. No sigue, en suma, el dicho de Groucho Marx, cuando uno de sus personajes cinematográficos proclamó aquello de estos son mis principios, si no le gustan tengo otros.
Tomemos el caso de Gandhi. Su objetivo era la independencia de la India; su principio, el de la no violencia. Y se atuvo a él aunque eso le costara la cárcel, las críticas y el desprecio de sus enemigos (aunque también el respeto de algunos). Fue tan constante en su coherencia, o tan coherente en su constancia, que alcanzó su objetivo, haciendo decir a Einstein que a las generaciones venideras les costará creer que un hombre así, de carne y hueso, anduviera entre nosotros.
Tomemos, por el contrario, el caso de Greta Thunberg, la niña sueca que dice luchar contra el cambio climático y cuyas soluciones están sospechosamente cerca de las propuestas por la izquierda ultramontana. Una niña que repite eslóganes al tiempo que pone caras de enfado, con problemas psicológicos graves diagnosticados, que no duda en recurrir -o quienes tiran de los hilos de esa marioneta no duda en recurrir- a la mentira y la falsedad, aunque luego quede (metafóricamente) con el culo al aire… y que, con tal de seguir en el candelabro, que diría aquélla, no duda en subirse al carro del black lives matter.
¿Qué será lo próximo a lo que se apunte? O a lo que la apunten...
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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