Tanto a la derecha como a la
izquierda del espectro político -y no me refiero sólo a los políticos profesionales,
sino también a los opinadores y a la gente en general- se produce una
diferente valoración de los extremos (con ventaja, claro está, para la
izquierda).
Así, la gente se refiere a Vox como
extrema derecha, ultraderecha, fascistas (olvidando, no me
cansaré de repetirlo, que el fascismo es una ideología de izquierda), fachas,
franquistas o radicales.
Mientras, nadie habla del
sepultado bajo múltiples capas cosméticas Partido Comunista, de Izquierda
Unida, de Podemos, de Más País o de Sumar (he recitado todas las capas
cosméticas por orden cronológico) como extrema izquierda, ultraizquierda,
marxistas, filosoviéticos o radicales. Y lo son, tanto o más que los de Vox los
epítetos que se les dedican.
En el mejor de los casos, se
tiende a equiparar ambas ideologías en su radicalidad. Pero, desde mi punto de
vista (quizá porque ese punto de vista está situado a la derecha) no cabe dicha
equiparación. Puede ser cierto que ambas formaciones defienden terminar con el
actual estado de cosas (aunque los de la izquierda, cuando han llegado al
poder, se han castificado a toda velocidad), o que plantean propuestas
irrealizables o directamente delirantes; pero es la formación de izquierdas la
que planteaba tomar el cielo por asalto, la que decretó una alerta
antifascista, la que animaba a tomar el Congreso o la que sostenía
que había que ganar en las calles lo que no se ganaba en las urnas.
Mientras, todo lo que defiende
Vox lo persigue, al menos de palabra, sin salirse un milímetro del marco
jurídico existente. Es decir -no sé si os suena-, de la Ley a la Ley. Si eso
les convierte en franquistas, viva el franquismo.
Como resumen de lo que expongo en
los primeros párrafos, valga la viñeta de Idígoras y Pachi publicada en El
Mundo al día siguiente del debate entre el psicópata de La Moncloa y Núñez
Feijóo donde, para mayor escarnio, se equipara a un terrorista convicto y
confeso con una víctima del terrorismo.
Se podrá ser más miserable, pero,
francamente, no se me ocurre cómo.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!