Comienzo hoy una serie de entradas sobre las distintas opciones de voto en las próximas elecciones generales, de menos probable a más probable que reciban mi voto, o -dado que hay opciones, como los partidos regionalistas, a las que es materialmente imposible que vote- de menor a mayor simpatía que me despiertan.
Y comienzo por lo que he dado en
llamar partidos exóticos, esas formaciones pequeñas o que, no siéndolo
tanto, resultan irrelevantes, porque reciben tan pocos votos en cada
circunscripción que nunca llegan a conseguir ningún escaño, aunque puedan
recibir más apoyo que algunos de los partidos regionales; algo de lo que se
quejan amargamente, elección tras elección, algunos de mis conocidos progres,
bramando contra la ley D’Hont. Pues lo siento, majos, pero es lo que hay.
A lo que vamos. Estas formaciones
vienen a ser el qué hay de lo mío llevado a la máxima (o a la mínima
expresión). Igual que los partidos regionalistas pretenden apandar lo que
puedan para sus regiones, estas otras formaciones -de los ecologistas sandía
de Equo a los ancianos de las Panteras grises- buscan que se preste
atención a sus problemas, constituyendo para ello una formación que no llegará
a ninguna parte.
Pero oye, si así son felices,
mejor. Y como estos insatisfechos suelen ser de izquierdas, o eso quiero
pensar, dos veces mejor.
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