Hace unos días dije que tenía un nombre para el proyecto político de Egolanda, la enésima reinvención de los epígonos del gorrón de Marx para, fieles a la inspiración del creador de su doctrina, seguir viviendo a costa de los demás sin dar ni golpe.
Y ese nombre es cocuquismo,
el comunismo cuqui, con mucha laca y muchos trapitos de diseño, pero más
vacío de sustancia por dentro que la sesera de la tucán de Fene, alguien que se
cree que por hablar a saltitos va a conseguir que no nos demos cuenta de
que está soltando las mismas sandeces insensatas e irrealizables que los
comunistas llevan diciendo los últimos doscientos años, y que no han traído más
que hambre, pobreza y muerte.
Cien millones de muertos, y
contando.
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