lunes, 31 de julio de 2023

Ya está bien

Tanto a la derecha como a la izquierda del espectro político -y no me refiero sólo a los políticos profesionales, sino también a los opinadores y a la gente en general- se produce una diferente valoración de los extremos (con ventaja, claro está, para la izquierda).

Así, la gente se refiere a Vox como extrema derecha, ultraderecha, fascistas (olvidando, no me cansaré de repetirlo, que el fascismo es una ideología de izquierda), fachas, franquistas o radicales.

Mientras, nadie habla del sepultado bajo múltiples capas cosméticas Partido Comunista, de Izquierda Unida, de Podemos, de Más País o de Sumar (he recitado todas las capas cosméticas por orden cronológico) como extrema izquierda, ultraizquierda, marxistas, filosoviéticos o radicales. Y lo son, tanto o más que los de Vox los epítetos que se les dedican.

En el mejor de los casos, se tiende a equiparar ambas ideologías en su radicalidad. Pero, desde mi punto de vista (quizá porque ese punto de vista está situado a la derecha) no cabe dicha equiparación. Puede ser cierto que ambas formaciones defienden terminar con el actual estado de cosas (aunque los de la izquierda, cuando han llegado al poder, se han castificado a toda velocidad), o que plantean propuestas irrealizables o directamente delirantes; pero es la formación de izquierdas la que planteaba tomar el cielo por asalto, la que decretó una alerta antifascista, la que animaba a tomar el Congreso o la que sostenía que había que ganar en las calles lo que no se ganaba en las urnas.

Mientras, todo lo que defiende Vox lo persigue, al menos de palabra, sin salirse un milímetro del marco jurídico existente. Es decir -no sé si os suena-, de la Ley a la Ley. Si eso les convierte en franquistas, viva el franquismo.

Como resumen de lo que expongo en los primeros párrafos, valga la viñeta de Idígoras y Pachi publicada en El Mundo al día siguiente del debate entre el psicópata de La Moncloa y Núñez Feijóo donde, para mayor escarnio, se equipara a un terrorista convicto y confeso con una víctima del terrorismo.

Se podrá ser más miserable, pero, francamente, no se me ocurre cómo.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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