En este tercer volumen de su tercera trilogía (última vez que me refiero al tres en esta entrada), el más largo de todos -probablemente, el libro más largo que me haya leído de todo el universo de La guerra de las galaxias-, Zahn resuelve casi todas las tramas que tenía pendientes de los dos anteriores.
Pero no todas. Queda suficiente material para nuevas historias, tanto
en el pasado (lo relativo a las andanzas de Thrass, la vida de la
hermana de Thrawn…) como en el futuro (la resolución de la amenaza grysk, el
mismo aspecto de estos seres…). Al mismo tiempo, la escena final enlaza con el
punto de la anterior trilogía en la que las naves del Imperio contactan con Thrawn.
Con este personaje, Timothy Zahn ha conseguido que Disney le deje,
prácticamente, hacer lo que le da la gana. Ha edificado un subuniverso propio,
dentro del universo warsie, en el que no necesita recurrir a los
personajes ni a los ambientes tradicionales.
De hecho, a pesar del título en español, que incluye el nombre del gran
almirante, esta trilogía (perdón) no versa tanto sobre él como sobre la
Ascendencia Chiss y el Caos. Thrawn es un personaje más, quizá de gran
importancia y alrededor del cual se desarrolla la trama, pero no es el único, y
durante largos pasajes no aparece más que de refilón.
Espero que Zahn escriba más historias sobre Mitth’raw’nuruodo -cosa que no dudo ocurrirá, salvo imponderables-, y espero que se editen en español. Merecerán la pena.
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