Uno de los problemas que tienen los ofendiditos es que siempre viene alguien que puede sentirse más ofendido que ellos, o incluso ofendido por ellos.
Tomemos el caso de Ana Peleteiro,
la saltadora española de triple salto. Mulata -lo digo a efectos meramente
descriptivos-, ha hecho frecuentemente uso de su condición racial para achacar a
la misma las críticas que recibe tras hacer declaraciones, algo a lo que tiene
perfecto derecho (me refiero a lo de expresar su opinión, no a lo de decir que
la critican por racismo).
Pero, por una vez y sin que sirva
de precedente, estoy de acuerdo con ella. Peleteiro ha dicho que las mujeres
transexuales -para entendernos: las que tienen próstata- no deberían competir a
nivel profesional, puesto que cuentan con una ventaja sobre las mujeres cisgénero.
Ante esto, ha saltado una futbolista transexual, diciendo que la saltadora hace, con sus declaraciones, un flaco favor a los derechos humanos, y otras pamemas semejantes propias del gremio progre. Pero, que yo sepa, entre los derechos humanos no se encuentra el de hacer trampas.
Y es que si yo me sintiera caracol, o tortuga, ¿me iban a dejar participar en carreras de gasterópodos o quelonios?
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