Cuando una supuesta potencia militar tiene que recurrir a mercenarios y presidiarios para afrontar una campaña teóricamente fácil es que no será tan potente.
Cuando la campaña, que iba a
durar días, se alarga meses y meses -más de un año ya- es que no será tan
potente.
Cuando los mercenarios se le
rebelan, dan media vuelta y emprenden un avance sin resistencia hacia la
capital del país invasor, es que no será tan potente.
Por eso, que el líder de la
presunta potencia acuse de traición al líder de los mercenarios y prometa acciones
durísimas suena, pura y simplemente, a impotencia.
Lo cual, en alguien que presume
de virilidad como el tirano del Kremlin, es casi lo peor que puedes decirle.
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