La izquierda, en general, tiende a apropiarse (no hablo de dinero, no seáis malpensados… aunque también) de todo lo que pilla, considerándolo de su exclusiva propiedad.
Sólo la izquierda (según la propia izquierda, claro) defiende el medio ambiente, aunque las mayores catástrofes medioambientales, de Chernobyl al mar de Aral, pasando por la presa de las Tres Gargantas, las hayan perpetrado regímenes que se dicen de izquierdas.
Sólo la izquierda (según la propia izquierda, claro) es tolerante con las diversas opciones sexuales, aunque Ernesto Guevara, laico patrón de esa ideología, fuera un homófobo furibundo.
Sólo la izquierda (según la propia izquierda, claro) defiende la libertad sexual de las mujeres, aunque luego es la izquierda la que está contra la prostitución, aunque sea voluntaria y en contra de la opinión de las propias prostitutas.
Sólo la izquierda (según la propia izquierda, claro) está en contra de la acumulación de riqueza, aunque los dirigentes de izquierdas se dediquen a acaparar, cuanta más, mejor.
Sólo la
izquierda (según la propia izquierda, claro) está en contra de la violencia contra
las mujeres, aunque tengan más de un líder y más de dos condenados por esos
delitos, y los mantienen en el puesto.
Y mientras, la derecha, al menos
la española, asiente en general caballuna a esa autoproclamada superioridad
moral. Pero las feministas de verdad, las que se han partido la cara
luchando por la verdadera igualdad, es a la derecha a quien apoyan, y no a ese desgobierno
socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer.
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