El marxismo lo pergeñaron un vago vocacional y un niño rico. Dos sujetos, por lo tanto, bastante alejados de esa realidad a la que aplicaron un análisis pretendidamente científico. Lo refinó otro jeta irredento, y acabaron de perfilarlo dos de los mayores asesinos de masas que el mundo ha conocido.
Con estos mimbres, no es de extrañar que a
los partidos marxistas se unan sujetos, digamos, poco recomendables, con ningún
escrúpulo y sin brillantez mental. Y aunque puedan tener un cierto barniz de
civilización, a la mínima resurgen las antiguas costumbres y vuelan los
navajazos, se encrespan los odios y se desatan las venganzas.
Por eso, para los que somos de derechas nos resulta tan divertido ver cómo neocom y cocuquistas se despellejan mutuamente, incluso mientras se desarrollaban las negociaciones (fallidas) para intentar obtener un apoyo suficiente al proyecto de presupuestos generales del Estado para el año que viene.
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