Mentir en sí no es complicado. Lo complicado de verdad es mantener la mentira, ser coherente y conseguir que las mentiras que van después de la primera mantengan el andamiaje argumental y no se aprecien grietas por ninguna parte.
Es decir, que para mentir bien hay que ser
inteligente. Si mientes, y además tienes pocas luces, y encima estás nervioso,
te van a pillar más pronto que tarde. Y eso es lo que les pasa a los miembros
del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, que
sienten el aliento de las togas y las puñetas en la nuca, y empiezan a
temblarles las canillas.
Es lo que le ocurre al ninistro Pequeño,
que primero declaró en el Senado que no sabía nada de la corrupción, y que todo
se hizo bien con las mascarillas y la vicepresidente de la narcodictadura bolivariana,
para a continuación premiar con un puesto clave al mando de la Benemérita que
estuvo en el aeropuerto de Madrid la noche del delcygate.
¿Será para que no se vaya de la lengua?
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