Los del partido de la mano y el capullo nunca han sido lo que se dice unos genios de la gestión. Siempre más aficionados a trincar que a cualquier otra cosa, cuando las cosas vienen mal dadas se dedican a vender humo, prometiendo la luna confiando en que, con el tiempo, la gente olvidará aquello que aseguraron realizarían.
Tomemos el caso de los famosos ochocientos
mil puestos de trabajo de 1.982, que estuvieron tan lejos de la realidad
que hasta dieron lugar a chistes como que lo que en realidad habían dicho era ochocientos
o mil.
En esto, como en tantas otras cosas, el
psicópata de la Moncloa y su desgobierno socialcomunista que tenemos la
desgracia de padecer no suponen ninguna novedad, salvo en el grado de descaro
que le echan a la cosa. A ellos, las desgracias ajenas no se les da una higa,
salvo que puedan usarlas de alguna manera para seguir detentando el poder.
Así, cuando promete un plan de respuesta
inmediato de diez mil seiscientos millones de euros -ligando su viabilidad
a la aprobación de los presupuestos generales-, la cosa suena importante,
cuantiosa. El problema es que, si se aplicase en su totalidad, a cada afectado le correspondería una media de catorce mil euros, lo cual, para gente que lo ha
perdido prácticamente todo, es un sarcasmo.
Además de que las ayudas del Gobierno no cubren a los trabajadores en tránsito (transportistas o autónomos cuyo domicilio fiscal se encuentra en una zona no afectada por el temporal pero que en los momentos de la catástrofe se encontraban en las zonas afectadas) que hayan perdido sus negocios.
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