Según Carlos Marx, la religión era el opio del pueblo (entre otras muchas afirmaciones). Según Julius Marx (más conocido por su nombre artístico, Groucho), si no nos gustaban sus principios, tenía otros.
Cuando el partido de la mano y el capullo era
todavía el del yunque y el tintero, se proclamaba marxista. Y así fue durante
casi un siglo, hasta que hace aproximadamente medio, con la llegada a la cúpula
de la formación del llamado clan de la tortilla, se declaró el abandono
de tal opción ideológica.
Andando el tiempo, de facto, aunque no de
iure, los suciolistos han vuelto por donde solía y tienen actitudes que
cualquiera llamaría marxistas. El problema es que, ignaros formados bajo leyes educativas
pergeñadas por la izquierda, se han equivocado de Marx, y en lugar de seguir al
vago vocacional siguen al sarcástico irredento.
Sólo así se explica que la Pelos, furibundamente opuesta a todo lo que sonara a nuclear cuando era ninistra de Combatamos el calentamiento con calentones, se callara su aversión cuando ha sido examinada para un puesto de relumbrón en la Comisión Europea y avalase los minirreactores que no quiere para España.
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