Como he dicho muchas veces, y más que lo diré, hay dos maneras de hacer las cosas: la que sigue la izquierda española, y la correcta.
Afortunadamente, hay quienes, teniendo
capacidad de decisión, se han percatado de lo anterior, y actúan siguiendo el
sentido común, y no los dislates ideologizados del desgobierno socialcomunista
que tenemos la desgracia de padecer.
Porque si en algo se ha especializado el
psicópata de la Moncloa, secundado por sus acólitos, cómplices y adláteres, es
en excretar una serie de normas fuertemente cargadas de sesgo político y,
precisamente por eso, profundamente sectarias. Es decir, profundamente alejadas
de la realidad, de las inquietudes de los españoles y de sus verdaderas
necesidades.
Es el caso de la ley de desmemoria histérica,
de la ley Sánchez-Montero (la de libertad sexual, más conocida por sólo sí
es sí), de la ley Sánchez-Montero II (la ley trans) o de la ley
Sánchez-Petarda (la llamada de bienestar animal).
Precisamente con relación a esta última, las
autoridades canarias han decidido desafiar los postulados animatontos y
permitir el sacrificio de gatos asilvestrados. Y es que el respeto a los
animales es, valga la redundancia, muy respetable, pero algunos pensamos que
por delante del mismo debería ir el interés de los seres humanos.
Al menos, hasta que los animales tomen el poder.
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