Cuando, hace treinta años, todo el mundo tenía bastante claro -aunque no todos lo reconocieran- que los GAL no habían sido la idea de un par de policías corruptos, sino un montaje del aparato del Estado (colonizado, parasitado, controlado por el partido de la mano y el capullo, pero aparato del Estado al fin y a la postre), todavía había jueces que no encausaron al señor X de la trama para no estigmatizarle, o que no realizaron el proceso en periodo electoral para no influir en los resultados.
Ahora, la cosa es diferente. El cerco de escándalos
en torno a la cabeza del partido y del desgobierno socialcomunista que tenemos
la desgracia de padecer es parejo al de entonces (recordemos la reprivatización
de Rumasa, Mariano Rubio, Filesa/Malesa/Time Export, Luis Roldán, Juan
Guerra…), si bien quizá no le tocaban tan de cerca (que se sepa, Carmen Romero
no estuvo metida en ningún chanchullo, aunque ella al menos tiene una
titulación universitaria).
Pero ahora hay jueces que están dispuestos a
empurar al psicópata de la Moncloa. Y eso es, o porque no le tienen miedo… o
porque le tienen mucho.
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