La actual clase política española, a un lado y a otro del espectro político, no es que valga gran cosa. Naturalmente, si me preguntan diré que vale menos todavía a un lado que al otro, pero esa es una cuestión distinta.
El hecho es que hay pocos
políticos de los que la gente -me refiero a sus gobernados- se fíe (más o
menos). Probablemente, sólo Isabel Díaz-Ayuso concita simpatías generales… y
unas antipatías igual de extendidas. El resto del panorama, incluidos los
lidercillos regionales, no son capaces de ser profetas ni en su tierra.
Tomemos al minorista en anchoas y
sobaos, por ejemplo. Le gustaría encontrar un resquicio legal para hacer obligatoria la vacuna contra la Covid-19. Es decir, le gustaría poder obligar a la gente a hacer
algo que parte de esa gente no quiere hacer (a eso, en mi pueblo, lo llaman
dictadura)… cuando sería mejor (aunque no más fácil) convencer a la gente de
que lo haga.
Por ello, y por mucho más…
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