Esta novela podría considerarse como la versión buenrollista de Maleficio. En las dos, el personaje principal pierde peso; pero mientras que en la novela de Richard Bachman el protagonista era un capullo, aquí es un buen tipo.
Siempre suelo establecer la
distinción entre adelgazar y perder peso. Lo segundo es relativamente fácil (corre
más y come menos, acostumbro a decir); lo primero es mucho más difícil,
porque no sólo entra en juego la grasa, sino también los músculos. Hablando en
términos científicos, si pierdes peso, bajas tu densidad; si adelgazas, la
aumentas (y si haces las dos cosas, la mantienes, más o menos).
Por establecer un paralelismo,
esta novela me recuerda al relato La vida de Chuck, uno de los cuatro
que componen La sangre manda, el libro de King que leí antes de este. No
es tan dramático, aunque sí es igualmente melancólico.
Para terminar, la pega que le pondría es que la pérdida de peso del protagonista no queda explicada. No sabemos cómo ni por qué se produce y eso, para decirlo corto y claro, me fastidia bastante.
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